miércoles, 27 de noviembre de 2013

Chimérica, una alianza entre dos potencias


En 2007, Estados Unidos tuvo que pedir prestados unos 800.000 millones de dólares al resto del mundo, lo que representa más de 4.000 millones por cada día laborable. China, en cambio, tiene actualmente un superávit contable de 262.000 millones de dólares, una cantidad equivalente a más de la cuarta parte del déficit estadounidense. Y una proporción extraordinariamente grande de ese superávit ha acabado prestándose a Estados Unidos. En la práctica la República Popular China se ha convertido en el banquero de los Estados Unidos de América.
Esto desembocó en una alianza económica entre las dos potencias llamada ‘Chimérica’. Esta alianza se formó de forma involuntaria y cada parte se caracteriza por ser totalmente opuesta a la otra. China se muestra como la parte ahorradora y productora, mientras que Estados Unidos sería la parte consumista y derrochadora. China, tras 20 años de superávit, acumuló 2,3 millones de dólares. Gran parte de esa reserva eran bonos del estado estadounidense y, en este proceso, los dólares captados por China en el mercado mundial eran destinados a préstamos hacia Estados Unidos. El matrimonio de conveniencia Washington-Pekín estuvo basado en la búsqueda de espacios con mano de obra barata por parte de las empresas estadounidenses y el deseo de resolver el problema de desempleo por parte de China. Para el país asiático, la apertura a la inversión extranjera directa era la clave para alcanzar en poco tiempo una plataforma explotadora que le permitiera elevar el nivel de ingresos de su población, Esta coincidencia de necesidades recíprocas es lo que hizo posible la urdimbre de relaciones económicas que acabaron por integrar Chimérica. 

Aunque esta relación resulta beneficiaria para ambos, se puede catalogar como ‘matrimonio fracasado’ ya que puede acabar en una rivalidad por los antecedentes que tenemos no muy lejanos. Su desintegración es inevitable y no será un proceso tranquilo ni pacífico.

viernes, 15 de noviembre de 2013

¿Qué pasa si perdemos Cataluña?

Cierto sector independentista de la población catalana expresa que, en términos económicos (principalmente) y sociales, Cataluña aporta más a España que lo que recibe. Éste es uno de los argumentos con más peso que defienden los independentistas catalanes contra los demás españoles para lograr la independencia de Cataluña.
Dicha afirmación ha sido reconocida por un estudio del Instituto de Estudios Económicos (IEE), el cual informa de que la separación de España sería muy costosa y perjudicial para los dos bandos.

En primer lugar, una de las consecuencias más graves de la supuesta independencia catalana es la inmediata salida de Cataluña de la Unión Europea. Tras esto Cataluña podría volver a la Unión Europea, pero los costes de la transición hasta que Cataluña volviese a entrar en la UE serían demoledores y, aunque serían transitorios, afectarían a tres o cuatro generaciones.

Con respecto a la moneda, habría dos opciones: continuar con el euro o crear una nueva. Si Cataluña creara una moneda propia, ésta nacería con una devaluación sustancial que podría ser del 50%. En caso contrario de que siguiese en el euro, al estar fuera de la UE no podría acceder a la liquidez del BancoCentral Europeo, y  los bancos catalanes tendrían que ser españoles para poder recurrir a la financiación del Banco Central Europeo, con lo que tendrían que establecer sus sedes fuera de Cataluña. Al igual que numerosas empresas españolas que poseen su sede en la comunidad, deberían trasladarlas fuera de esta.
Además de eso, los sectores como el agrícola, el industrial y el de servicios se verían fuertemente afectados por los numerosos aranceles que se le impondrían a Cataluña. Tampoco le beneficiaria al turismo, uno de los sectores más importantes para la economía Catalana.


Pero no sólo afectaría a la propia comunidad, sino que para España también conllevaría una gran pérdida y bastantes inconvenientes tanto económicos como sociales. 

viernes, 1 de noviembre de 2013

La increíble recuperación de Alemania y Japón tras la Segunda Guerra Mundial

Tras la segunda guerra mundial, Alemania quedó devastada y sumergida en la pobreza y miseria, por ello mucha gente se preguntará cómo hizo para convertirse en una de las primeras potencias económicas mundiales como lo es hoy día. Un caso similar es el de Japón, un país que quedó en ruinas tras la Segunda Guerra Mundial con incidentes como el de Hiroshima o Nagasaki y con  una economía que se sumergía cada vez más en la hiperinflación, es actualmente todo un innovador en productos tecnológicos y electrónicos gracias a su potente ingeniería y su buen nivel de producción.
La recuperación de las economías japonesa y alemana fue espectacular en la posguerra, un verdadero milagro económico. La ausencia de gastos militares permitió desarrollar otras industrias, como la electrónica, la farmacéutica y la automovilística. Todo esto vino fomentado por el plan Marshall y las reformas de Ernhard en el caso alemán. Tan exitosa resultó esta combinación que de ella surgió el “Milagro Económico” que todavía hoy es motivo de asombro para los estudiosos de la economía. Las mencionadas reformas incluyeron entre otras disposiciones, la creación de una nueva moneda, el marco alemán el 20 de junio de 1948, que vino a sustituir al desacreditado Reichmark. Simultáneamente se dieron los pasos necesarios para dirigir a Alemania por el camino de la libertad y de la economía de mercado. En el caso nipón, hay tres factores que sirvieron de base para el resurgimiento económico. En primer lugar, la aprobación y el apoyo económico y político de Estados Unidos a la recuperación económica; que encontró provechoso favorecer el desarrollo económico nipón, lo que significaba un nuevo mercado para las mercancías norteamericanas, como productos agrícolas, petróleo y productos manufacturados, aunque mayor importancia revestía la posibilidad de fomentar una economía capitalista próspera que sirviera de barrera a la amenaza del comunismo en la periferia del continente asiático. En segundo lugar la alianza entre el Estado japonés y los intereses de los grandes grupos de poder económico. Y como derivación de los elementos anteriores, el debilitamiento de los sindicatos obreros combativos, condición necesaria para la implantación de nuevas técnicas de producción y de organización del trabajo que permitieron elevar la productividad y aumentar la explotación de los trabajadores.
La productividad por hora de los trabajadores se incrementó de manera asombrosa. Las exportaciones de cada país también crecieron rápidamente. Forzadas a competir con los productos extranjeros. La inflación, que se había convertido en una de las miserias, desapareció y el marco alemán y el yen japonés pasaron a convertirse en unas de las monedas más apetecibles del mundo.

No obstante, la dependencia de estos países del petróleo, y el control estadounidense de esta fuente de energía, han mantenido la hegemonía mundial de los Estados Unidos.